Dones de ràdio: una obra que transforma el cáncer de mama en una experiencia compartida llena de humanidad

Dones de ràdio: una obra que transforma el cáncer de mama en una experiencia compartida llena de humanidad

La propuesta escénica Dones de ràdio llega a La Villarroel para ofrecer una mirada sincera, valiente y profundamente humana sobre el cáncer de mama, a través de una historia coral protagonizada por tres mujeres muy distintas, unidas por una experiencia común. Escrita por Cristina Clemente y dirigida por Sergi Belbel, esta pieza consigue lo que pocas obras logran: tratar un tema tan delicado desde la emoción, pero sin renunciar al humor ni a la esperanza. Lejos de caer en el dramatismo fácil, apuesta por un enfoque equilibrado que conecta de forma directa con el espectador.

A lo largo de sus 90 minutos de duración, Dones de ràdio despliega un universo íntimo en el que se entrelazan los miedos, las fortalezas y las contradicciones de tres personajes femeninos construidos con honestidad y riqueza de matices. Esta historia se convierte así en un altavoz para muchas otras mujeres, ofreciendo un espacio de visibilidad, empatía y reflexión que va más allá del escenario.

Tres protagonistas, tres maneras de afrontar el cáncer

En el centro de la obra están Rosa, Àgata y Carol, tres mujeres que aparentemente no tienen nada en común, pero que descubren que comparten una experiencia decisiva: un diagnóstico de cáncer de mama. A partir de ese momento, sus caminos se cruzan en la consulta médica, y lo que comienza como una coincidencia se transforma en un vínculo de apoyo mutuo.

Rosa es una locutora de radio de 55 años, acostumbrada a tener el control y con una actitud sarcástica que utiliza como coraza emocional. Su manera de enfrentarse a la enfermedad es directa, a veces irónica, pero profundamente emocional cuando sus certezas empiezan a tambalearse.

Àgata, en cambio, es una enfermera de unos 40 años, muy reservada, prudente, que suele anteponer las necesidades de los demás a las propias. En ella, la enfermedad despierta una necesidad de replantearse su vida y su manera de relacionarse con el entorno. Representa ese perfil de mujer que cuida a todos menos a sí misma, y que necesita una crisis para comenzar a mirar hacia adentro.

Carol, la más joven, aún no ha cumplido los 30. Es impulsiva, desinhibida, y vive instalada en una cierta precariedad emocional y laboral. La aparición de un bulto en el pecho la obliga a frenar en seco y a enfrentarse a preguntas que nunca había querido hacerse. Su proceso es el de quien apenas ha empezado a construirse, y ya se ve obligada a reformularlo todo.

El contraste entre estos tres perfiles permite mostrar cómo la enfermedad se manifiesta de forma distinta en cada persona, y cómo el acompañamiento puede transformar el miedo en fortaleza compartida. A través de conversaciones, silencios y momentos de complicidad, la obra consigue transmitir una poderosa sensación de comunidad entre ellas.

Un enfoque que huye del dramatismo y apuesta por el humor

Una de las principales virtudes de Dones de ràdio es su capacidad para hablar del cáncer de mama desde una perspectiva cercana, accesible y natural, sin recurrir a la lágrima fácil ni al mensaje aleccionador. La obra equilibra con precisión el drama y la comedia, y consigue momentos genuinamente divertidos en medio del dolor.

Este uso del humor no es superficial ni evasivo, sino profundamente humano. Las protagonistas ríen, hacen bromas incómodas, comparten anécdotas absurdas e incluso se enfadan entre ellas, todo dentro del contexto de un proceso tan delicado como lo es un tratamiento oncológico. El resultado es una representación realista y emocionalmente honesta de lo que implica atravesar una experiencia de este tipo.

El texto de Cristina Clemente está construido desde una cercanía que se nota también en la documentación previa a la escritura. La autora realizó múltiples entrevistas con mujeres que han pasado por esta enfermedad, y esa escucha activa se traslada al escenario en forma de situaciones, emociones y reflexiones que se sienten auténticas. Esta documentación aporta un valor añadido a la obra, ya que muchas mujeres en el público pueden verse reflejadas en alguno de los personajes o situaciones que se muestran.

El peso del reparto y la sensibilidad de la dirección

El éxito de una obra con esta carga emocional depende en gran medida de la calidad de las interpretaciones, y en este caso, el trío formado por Àngels Gonyalons, Sara Espígul y Sara Diego brilla con luz propia. Cada una de ellas aporta a su personaje una profundidad que va más allá del texto, construyendo figuras tridimensionales, humanas, imperfectas y entrañables.

Àngels Gonyalons dota a Rosa de una ironía muy afilada, pero también deja entrever la fragilidad que se esconde tras su aparente seguridad. Sara Espígul, como Àgata, conmueve por su contención, por esa tristeza callada que se va desvelando poco a poco. Y Sara Diego construye una Carol eléctrica, descarada y emocionalmente torpe, pero con una ternura que emerge a medida que la conocemos.

La dirección de Sergi Belbel se caracteriza por la contención y el respeto al texto y a las actrices. No hay grandes alardes ni giros espectaculares, sino una confianza absoluta en que la fuerza de esta historia reside en los personajes y en las relaciones entre ellos. Belbel consigue un ritmo preciso, en el que cada escena encuentra su espacio emocional, sin prisas ni excesos.

Escenografía y ambientación al servicio del relato

La escenografía de Max Glaenzel, minimalista pero funcional, refuerza esa sensación de intimidad que recorre toda la obra. Elementos simples y versátiles permiten recrear diferentes espacios con agilidad, mientras que la iluminación de Kiko Planas contribuye a crear atmósferas emocionales muy distintas: desde la frialdad de una sala de espera hasta la calidez de una conversación compartida en un rincón cualquiera.

El espacio sonoro tiene un papel destacado, y no solo porque una de las protagonistas sea locutora de radio. Los diseños sonoros de Jordi Bonet y Efrén Bellostes funcionan como una segunda capa narrativa, conectando momentos, subrayando emociones y, en algunos casos, sirviendo como puente entre las escenas. La radio, que da título a la obra, aparece como una metáfora del diálogo, del contar y del escuchar, del estar en contacto con los demás incluso cuando la vida se complica.

Más que teatro: un espacio de visibilidad y acompañamiento

Dones de ràdio no es solo una obra sobre el cáncer de mama; es también una reflexión sobre cómo las mujeres viven la enfermedad desde sus propias experiencias, cuerpos y relaciones. A través del teatro, la obra se convierte en una herramienta de sensibilización y acompañamiento, que puede resonar tanto en quienes han vivido algo similar como en quienes están cerca de alguien que lo ha vivido.

Además, hay una voluntad clara de normalizar la conversación sobre la enfermedad, de poner palabras a lo que tantas veces se vive en silencio. La representación escénica ofrece la oportunidad de transformar el tabú en diálogo, y la soledad en comunidad.


Plan relacionado

Ver más planes en Barcelona

Más información y reserva de entradas